sábado, 5 de diciembre de 2009

Colección de hojas



Cambiando de idea, yo sólo quiero tener hojas. Entre interiores y exteriores, sólo es eso... yo. Ella juega a: **************************************************.
Porque 10 es 20, 20 es 40, 40 es 80. Pausa, zumban los oídos, tengo que quitarme el sonido, es más no es su cuerpo, el sonido era un zumbido.
Sé bien que se me pasa el tiempo, lo deja ir, siempre. No me gusta cautivar. No puede. Pensaba que en realidad son tantas manchas, en verdad son la razón por la que no puede querer cautivar. No es simple gusto, ya decían que hay más. Que al final es bien merecido hablar del gusto.
Manchas, como haber traído brocha con tinta todo el tiempo. Aunque unas son tan transparentes, soy una queja, es una queja.
Pero en fin, tengo 20. Que son 40 para estar mal, por lo que siguiendo con la cuenta de ya no el Sr. Fibo sino del Sr. Merz, serán 80 para estar bien, mientras vivamos en un igloo, perdón iglú. En realidad no tengo que tener un iglú (oo), pero ya lo dije soy una queja por placer, y las quejas somos de tal naturaleza que de gusto exigimos, pero de gozo no cumplimos las exigencias. Así que vivimos de una forma en donde mientrás estemos en los 40, vivimos. Ya para los 80 hay una confusión, se derrumba, caos. Un momento el bienestar se le viene en orden de los 40. Que enredo esto del interior y el exterior. No, no, el problema es que siempre estoy, claro ella está. Y no es una constante el 40 o el 80, por eso estabamos en un igloo (ú).
Bueno he dejado de ser la queja que me había dicho. Que yo jugaba sólo a: mí, mi papel, interpretaba jugando, conste que la improvisación lo es todo, no le pasaron el guión, ahora tengo que dignarme, he de decirlo mejor como: llenarse de dignidad; Luego ya con la dignidad la improvisación sale de modo que ni hay que pensar en que es un recurso.
Me alejo, el punto era el iglú (oo). Le gusta vivir en un iglú (oo). Por lo cual ella colecciona hojas, esas son las que la hacen sentir, elegantemente diría percibir, el igloo(ú).

viernes, 20 de noviembre de 2009

Hubo luz


Cuando uno se sumerge en un nuevo mar olvida que se trata de un océano, aunque ya se haya estado en otros mares y hasta de un conocimiento se pueda hablar. Cuando los peces de aquellos otros mares cruzan a tu nuevo mar se recuerda el océano. Parece que no hay necesidad del hundimiento cuando estando a flote se visualiza mejor. Es decir abajo es frío, oscuro, se necesita de una guía, sobrevivir en soledad es un tanto complicado. Arriba la compañía llega se ve, se disfruta porque no es necesaria; la luz, el calor. Hay que hundirse, hay que estar a flote y no temer a hundirse. Esos peces hay que apreciarlos, bienvenidos.